Curtido en la escena nacional no sólo en The Sunday Drivers,
de los que fue miembro fundador, sino también en bandas como Andabluses,
The Blackbirds, Speaklow, Aurora & The Betrayers o The Sweet Vandals,
Julián Maeso es un reputado creador de sonidos y canciones con tres álbumes en
solitario a sus espaldas.
El más reciente es Somewhere, Somehow, una obra
excitante y conmovedora que despliega todas las influencias de Julián Maeso es
además de multiinstrumentista, uno de los mejores especialistas en órgano Hammond
de nuestro país y gracias a esa maestría en particular ha girado con
artistas como M-Clan o Quique González. Grandes divas del soul como Irma
Thomas, Betty Harris o Martha High también lo han reclamado como teclista,
aunque la nómina de sus colaboraciones incluye a artistas como Pájaro, Ken
Stringfellow, Taylor McFerrin o The New Master Sounds. La oportunidad de
telonear a músicos de la talla de Jakob Dylan, Paul Weller, The James Taylor
Quartet, Maceo Parker o Neneh Cherry le ha permitido ensanchar su indiscutible
oficio.
La otra gran característica de este artista nacido y forjado en Toledo reside en su apasionado conocimiento de los distintos géneros que confluyen en el rock. Y de ahí surge el salto del Maeso instrumentista al Maeso compositor, un salto que dio en 2012 cuando publicó Dreams are gone, su debut en solitario. Aparecía ya como cantante, compositor y músico en un disco de muchos quilates, grabado a la antigua y con canciones de largo desarrollo. Brotaban ahí los pilares de su carrera, entre ecos de The Band, Cream, alt country, blues-rock, soul, Bob Dylan, Van Morrison o Crosby, Stills, Nash & Young…
Creatividad, inspiración y libertad marcan las canciones de Dreams Are Gone, en el que Maeso se revela como un músico total: voz, órgano Hammond, guitarras eléctricas y acústicas, bajo, batería, Mellotron, órgano Wersi Orion, Wurlitzer, piano, ukelele, armónica, melódica, Nautilus…
La fusión de estilos también dominó One way ticket to Saturn (2014), un álbum de una fuerza inusitada, impulsado por unas canciones en las que el optimismo del funk y el rock setentero ocupan el lugar que antes dominaba la nostalgia blues. Del disco doble con 19 temas de Dreams Are Gone, a las nueve canciones concisas y directas de este segundo poderoso y contagioso álbum.
En Somewhere Somehow, publicado recientemente, Maeso se entrega al instinto salvaje del entusiasta del rock para completar una obra apasionante. Se deja el alma en las 11 joyas que lo componen, diversas todas ellas, diferentes incluso entre su punto de partida y el de llegada, invitando al oyente a convertirse en protagonista de un viaje por colores y sonidos en el que se conoce el origen, pero nunca el destino.
La otra gran característica de este artista nacido y forjado en Toledo reside en su apasionado conocimiento de los distintos géneros que confluyen en el rock. Y de ahí surge el salto del Maeso instrumentista al Maeso compositor, un salto que dio en 2012 cuando publicó Dreams are gone, su debut en solitario. Aparecía ya como cantante, compositor y músico en un disco de muchos quilates, grabado a la antigua y con canciones de largo desarrollo. Brotaban ahí los pilares de su carrera, entre ecos de The Band, Cream, alt country, blues-rock, soul, Bob Dylan, Van Morrison o Crosby, Stills, Nash & Young…
Creatividad, inspiración y libertad marcan las canciones de Dreams Are Gone, en el que Maeso se revela como un músico total: voz, órgano Hammond, guitarras eléctricas y acústicas, bajo, batería, Mellotron, órgano Wersi Orion, Wurlitzer, piano, ukelele, armónica, melódica, Nautilus…
La fusión de estilos también dominó One way ticket to Saturn (2014), un álbum de una fuerza inusitada, impulsado por unas canciones en las que el optimismo del funk y el rock setentero ocupan el lugar que antes dominaba la nostalgia blues. Del disco doble con 19 temas de Dreams Are Gone, a las nueve canciones concisas y directas de este segundo poderoso y contagioso álbum.
En Somewhere Somehow, publicado recientemente, Maeso se entrega al instinto salvaje del entusiasta del rock para completar una obra apasionante. Se deja el alma en las 11 joyas que lo componen, diversas todas ellas, diferentes incluso entre su punto de partida y el de llegada, invitando al oyente a convertirse en protagonista de un viaje por colores y sonidos en el que se conoce el origen, pero nunca el destino.
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