El rock es protesta y actitud o no es nada. O es pop. Pero
no solo del apocalipsis vive el hombre, se puede mirar al frente con firmeza y
hasta se puede empeñar uno en ser feliz. Es más, entre tanto pesimismo y
protesta barata tal vez lo verdaderamente rockero en estos tiempos sea tener
narices para animar a la gente a sonreír, a resistir y tirar para adelante, que
por detrás ya nos dan ellos bastante.
“En el rincón de mi loca cabeza
no quiero sitio para la tristeza” dice el Quini, y te da en los
morros bien pronto. Sigue la buena energía. Solo cuando te has curtido en el esfuerzo y has crecido
gracias a la lucha diaria contra los elementos, tienes la suficiente
credibilidad para lanzar un mensaje positivo desde la música y desde la calle
mientras otros siguen llorando sus penas, y si alguien reúne esas condiciones
son ellos, tan cabezones como siempre, y tan empeñados como siempre en mirar al
futuro sin cambiar un solo minuto del pasado, tan convencidos y tan
cambiantes.
Tan Benitos, que han logrado que esa dulzura que
esconden algunas de sus mejores canciones emerja limpia entre guitarras,
estribillos y estrofas para hacerte volar la noche entera hasta encontrar
sentadita en su estrella ese hada que todos guardamos en algún rincón olvidado
de la memoria donde se escuchan las canciones que suenan en el corazón.
Dicen que el rock y el fútbol no se parecen en nada pero me
gusta pensar que se parecen en una cosa que es mucho y que de alguna manera lo
es todo. Si te atrapan, te atrapan para siempre y no te sueltan, y hay una
buena manera de medir cómo de atrapado estás por una canción. Si sientes la
necesidad de escucharla, de aprendértela para cantarla y hacerla tuya, estás
atrapado. Estas canciones te atraparán, y sin saber por qué estarás
deseando subir al coche para darle volumen y volverte Loco y cantar. Empieza un
nuevo disco, tu suerte está de buen humor.
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