miércoles, 17 de septiembre de 2025

Crónica y fotos: PIRATA-LA MACHA, Alcázar De San Juan (06.09.25)

 

Una nueva edición de este festival en Alcázar de San Juan, donde lo mejor del rock estatal se reúne para celebrar un evento donde este segundo año de festival, se pudo disfrutar de ocho grandes grupos.

Así, coincidiendo con las fiestas del pueblo, la organización de nuevo hizo que las fiestas fueran aún más grande gracias a este Pirata La Mancha. Donde una gran labor organizativa, hay que hay que agradecer a todos los que se encargaron de ella, y en la parte que corresponde a los medios que allí asistieron para poder cubrir el evento; y además en lo meteorológico hizo un gran día, estaba todo de cara para poder pasar esta gran jornada musical.

Pocos grupos consiguen mantener viva la llama del punk rock como lo hace El Último Ke Zierre. La banda de Castellón demostró, una vez más, por qué sigue siendo un referente del género en el panorama estatal. Con un repertorio directo, sin concesiones y lleno de reivindicación, ofrecieron uno de los conciertos más intensos del Pirata Rock, donde la temperatura solo era comparable al calor humano de su público.

Desde el primer minuto salieron a por todas, abriendo el set con una ráfaga de temas que no dieron respiro: “Altero mi cuerpo”, “Confinado” y “Hasta que pierda la voz” pusieron a todos en marcha, dejando claro que la noche iba a ser cualquier cosa menos tranquila.

Tras calentar motores, llegó “Insurgente”, uno de esos temas que despiertan conciencia y fuerza en directo, y posteriormente “Vuelta al infierno”, una canción con la que muchos se sintieron identificados, por su crudeza lírica y su fuerza emocional. La selección de temas fue impecable: un viaje por las distintas etapas de su discografía, sin perder nunca la actitud que los caracteriza.

El público, cada vez más entregado, coreó de principio a fin “Veneno”, uno de los temas icónicos de la banda, y acto seguido “Mi Revolución”, con esa letra que va más allá del amor romántico para convertirse en un grito de liberación: “me lancé al vacío y me he despertado contigo, eres tú, mi revolución”.

Momentos de intensidad emocional llegaron con “Caza de Brujas” y “Efímero”, esta última una balada desgarradora que toca la fibra más íntima al recordar a quienes ya no están. Pero si algo sabe hacer EUKZ es equilibrar emoción con rabia, y así lo demostraron al soltar toda su potencia con “A Cara de Perro” y “Escupiré jodidos”, dos bombas sonoras con letras cargadas de denuncia y actitud.

El bloque final del concierto no dio tregua: “Soldadito español” y “¿A dónde vas?” sirvieron de puente hacia dos clásicos infaltables de su repertorio: “Tus bragas” y “Mis calzones”. Más allá del tono provocador, ambas canciones esconden una crítica mordaz a la hipocresía y a los convencionalismos sociales. La banda no solo entretiene: interpela, cuestiona, sacude.

No faltó tampoco “Cedo a la provocación”, destacada pieza del álbum El lado oculto de la luna, con la que dejaron claro que su mensaje sigue tan vigente como siempre. Y para cerrar la noche, una canción que más que un final fue una declaración de principios: “La lluvia y el sol”, un canto a la libertad personal y a la resistencia emocional. A pesar del calor sofocante, el público no se movió ni un centímetro. Todos los que estaban allí sabían que estaban siendo parte de algo especial: un concierto que no solo fue música, sino también catarsis colectiva.

El Último Ke Zierre no necesita reinventarse: su autenticidad y su coherencia a lo largo de los años son su mayor fortaleza. Y en directo, lo suyo no es solo un concierto: es una descarga de energía, memoria y compromiso social. Con noches así, queda claro que el punk no ha muerto. Solo ha madurado... y sigue gritando.

Los incansables Porretas llegaron a escena desde Hortaleza, con una presencia imponente gracias a la gran lona situada tras la batería de Luis, que exhibía el logo de la banda junto al lema “Hortaleza Rock”, con un toque desenfadado y cervecero. La velada arrancó con una introducción instrumental de “Always Look on the Bright Side of Life”, mientras Luis asomaba la cabeza detrás de su batería y El Bode saludaba al público, animando la atmósfera antes de iniciar el primer tema.

El grupo no perdió tiempo y comenzó con “Si lo sé me meo”, sumándose Manolo en la guitarra solista y Pajarillo en el bajo y coros. A continuación, interpretaron “Joder, qué cruz”, y así se desató una fiesta enérgica e imparable.

Temas como “Si nos dejáis” y “Si los curas comieran” continuaron elevando el ánimo, reflejando el espíritu festivo que caracteriza a Porretas. La banda hizo un recorrido por su discografía, regalando a los asistentes clásicos como “La cuadrilla”, “El abuelo” y “Tripis”, los cuales fueron coreados y disfrutados con entusiasmo por el público.

Entre los momentos más emotivos se destacó la interpretación de “Y aún arde Madrid”, un tributo sentido a Rober, ex vocalista de la banda fallecido en 2011. Esta pieza dio paso a la versión punk-rock de “Resistiré”, tema emblemático del Dúo Dinámico, que adquirió una dimensión épica gracias a los arreglos eléctricos de la banda.

También hubo espacio para temas con un contenido más reflexivo, como “Haciendo el Ganso”, una crítica mordaz, con un estribillo rompedor.

La recta final del concierto fue una explosión de energía, destacando “La del fútbol”, que desató pogos y un ambiente frenético con la participación activa del público. Le siguieron “Jodido futuro” y la clausura con las clásicas “Marihuana” y “Porretas”, tema que da nombre a la banda y que se convirtió en el broche de oro para una noche inolvidable.

Los navarros de Koma fueron la verdadera apisonadora en escena, brindando una actuación impecable en el marco de su impresionante gira “Una ligera mejoría antes de la muerte”. El show arrancó con “Tío Sam”, donde Brigi y Rafa alternaban las voces, seguido por temas potentes como “Jack” y “El viaje”. Desde los primeros compases, el público se entregó por completo, coreando los estribillos y contagiándose de un sonido nítido y potente.

La intensidad continuó con “La makina” y otro clásico imprescindible, “Vaya carrera que llevas chaval”, con Juan Carlos marcando un ritmo implacable desde la batería. Natxo y Rafa no paraban de moverse por el escenario, mientras Brigi capturaba todas las miradas con sus expresivas muecas. La brutalidad de “Sé dónde vives” terminó de encender la noche.

Sin duda, un arranque perfecto para hacer vibrar a todos los asistentes. Y si lo visto hasta entonces era impresionante, lo que siguió fue aún mejor. “El muro de Berlín” mantuvo la fiesta en lo más alto, y los continuos pogos en “El pobre” desataron la locura colectiva. Brigi animaba al público a aplaudir y corear un enérgico “eh, eh, eh, eh” al inicio de “Imagínatelos cagando”, alternando estrofas con la audiencia en “La almohada cervical”. La cercanía con el público era palpable, con Brigi y Natxo acercándose constantemente al borde del escenario.

La entrega siguió con “El marqués de Txorrapelada” y “El sonajero”, canciones que hicieron botar a todo el recinto. La interacción con los fans, característica fundamental de Koma, se hizo notar especialmente al finalizar “Sakeo”: el grupo invitó a repetir el estribillo sin acompañamiento musical, solo con el bombo marcando el ritmo y la voz de Brigi, mientras miles de gargantas coreaban al unísono. La comunión entre banda y público alcanzó niveles máximos.

La expresividad de Brigi es una de las claves que permiten sumergirse en cada canción; su energía contagiosa traspasa el escenario y se hace sentir en cada rincón. El show se acercaba a su fin, pero antes de despedirse, la banda entregó la divertida y cañera “Aquí huele como que han fumao”, seguida por “Bienvenidos a Degüelto”, con Natxo asumiendo las voces en una parte del tema.

Aunque Koma dejó el escenario momentáneamente, el público no se movió ni un ápice, ansioso por el cierre, que llegó con la potente “Mi jefe”, tras una breve introducción. Así culminó una actuación memorable, digna de la trayectoria y calidad que caracteriza a Koma.

Después de la anterior bomba musical, llegó otra descarga potente a cargo de Envidia Kotxina, una banda punk auténtica desde Madrid, con una trayectoria que habla por sí sola. Lo que para muchos fue una noche más, en el Pirata Fest se convirtió en una experiencia profunda: una explosión en vivo de una banda que, durante más de veinte años, ha sido la voz de una generación inconformista, intensa y llena de vida.

No fue un concierto cualquiera, sino un homenaje a la esencia del punk: directo, sin artificios, sin filtros y sin pedir permiso. Una luz tenue inundó el escenario y el primer acorde rompió el silencio con una energía contenida pero poderosa. Temas como “Día tras día”, “Con y contra quien”, “Malos pensamientos” y “Mascando alambre” abrieron la velada con una declaración clara: el punk sigue siendo necesario. El público respondió con pogos instantáneos; no había necesidad de calentamiento, todos sabíamos para qué estábamos ahí.

La banda sonaba afilada, contundente y con una química que desafiaba el paso del tiempo. Aprovecharon cada minuto para volcar al público todo lo que llevaban dentro, desplegando canciones como “El odio”, “Por imposición”, “Alimañas”, “Cubos rotos”, “Por lo visto” y “Mis razones”. El setlist fue casi cronológico, aunque flexible, combinando himnos generacionales con joyas menos coreadas, pero igual de valiosas. “Akaba ya”, “Un madero mil lapiceros” y “Cuidado con lo que aprietas” provocaron un auténtico caos entre los asistentes, que no solo cantaban, sino que gritaban con el alma.

Entre canción y canción, las miradas cómplices entre los miembros del grupo revelaban orgullo y grandeza musical. La entrega en el escenario era total, y el show continuó desbordando energía con “Fantasmas del pasado”, “¿Por qué?”, “Maldita mi suerte”, “Que nunca encuentren” y “Mala patada”. Envidia Kotxina no es una banda más: nacieron en los suburbios de una ciudad desencantada y supieron canalizar las frustraciones de miles de jóvenes que no encontraban respuestas en la política, los medios o el sistema educativo. Con letras cargadas de crítica social, ironía y dolor cotidiano, se convirtieron en mucho más que un grupo de punk; son una forma auténtica de entender el mundo.

Esta esencia quedó patente en el último tramo del concierto, donde sonaron “A ras del suelo”, “Daños colaterales”, “Deskiziao” y, para cerrar con broche de oro, “El país de Alicia”.

El grupo valenciano Sons of Aguirre & Scila ofreció una actuación impecable, cargada de crítica social y sátira inteligente plasmada en sus letras. Durante su presentación, repasaron lo mejor de su discografía, logrando una experiencia única tanto para la banda como para el público presente.

El concierto comenzó con una atmósfera cargada de expectación, donde las luces tenues y el humo de sala crearon el escenario perfecto para una noche intensa de rap político fusionado con metal. Poco después de la apertura de puertas, el público se fue congregando, anticipando lo que estaba por venir.

Con una energía desbordante, Sons of Aguirre & Scila iniciaron el espectáculo con una breve introducción instrumental que dio paso a sus temas más emblemáticos, provocando la inmediata reacción del público. Guitarras potentes, una batería sólida y voces con gran fuerza conformaron el sonido que caracteriza a la formación.

M aportó un tono dual impactante, combinando poesía afilada, crítica social mordaz y una furia sonora que conectó de inmediato con los asistentes. El setlist alternó canciones de su reciente álbum “Vamos a Morir Todos” con clásicos de trabajos anteriores como Azul/Rojo y Lo que ocurrió mientras mirabas a otro lado, creando una atmósfera de comunión y complicidad con la audiencia.

El concierto incluyó momentos de mayor calma, en los que las tres voces se destacaron, acompañadas por acústicos o con una instrumentación más minimalista, permitiendo que las letras y mensajes tomaran protagonismo.

La recta final estuvo marcada por temas cargados de energía y contenido, consolidando la identidad de Sons of Aguirre & Scila como un grupo que no solo ofrece espectáculo, sino que también invita a la reflexión, cuestiona y provoca a través de su música.

La despedida del grupo fue emotiva, con dedicatorias, reflexiones y agradecimientos sinceros. Sin embargo, la intensidad no decayó; el público, entregado, continuó coreando y pidiendo más, prolongando así una noche memorable. 

Un momento destacado de la noche y del festival fue la llegada al escenario de Lendakaris Muertos. El escenario se tiñó de rosa, al menos en el telón de fondo con la portada de su último álbum, para ofrecer una actuación en directo que revitaliza el alma, el espíritu y llena de energía para meses.

Aunque al principio resulta sorprendente ver a la banda en un escenario de gran tamaño, rápidamente se adaptan al recinto y lo dominan a la perfección. Su presencia fue constante: estuvieron sobre el escenario, entre el público, en las gradas… recorrieron todo el espacio sin dejar rincón sin conquistar.

El sonido fue excepcional, un verdadero cañón sonoro. La vuelta de Asier, el guitarrista original y hermano de Aitor, aportó una energía especial. Más reservado en el trato personal, en directo se convierte en un auténtico torbellino, recuperando el sonido punk más crudo y básico que caracteriza a la banda. En cuanto a Jokin (bajista) y Poxteta (batería), no hay nada nuevo que añadir: los gemelos de oro mantienen la esencia, combinando diversión, rebeldía y un sonido rotundo. La presencia y voz de Aitor, por su parte, es fundamental, consolidándose como el auténtico líder escénico.

Aitor es un frontman singular, casi un “antifrontman”. Su entrega es total: sudor, interacción constante con el público, provocación y ese carácter de antihéroe que aporta un matiz único y necesario a la actuación. Su estilo mezcla humor y una actitud irreverente que conecta perfectamente con el público, generando un ambiente de buen rollo y complicidad.

El concierto se desarrolló con la intensidad habitual: el público entregado cantó sin parar canciones directas y breves, con un repertorio que incluyó tanto temas recientes como clásicos indiscutibles. Abrieron con “Cerveza sin alcohol”, “En esto por las drogas”, “Último txakurra”, “Esto no es punk”, “Cabron” y “Chivato de balcón”, para luego dar paso a himnos imprescindibles tras dos décadas de trayectoria: “Fuimos ikastoleros”, “Pasao de rosca”, “Cómeme la franja”, “Detector de gilipolleces”, “Mucho asco (casi) todo”, “Echenique”, “No volverás a aplaudir en un avión”, “Titanic” y “Héroes”.

La energía no decayó y siguieron con temas como “Veteranos de la kale borroka”, “Centro comercial”, “Policía sí”, “Drogopropulsado”, “Húngara”, “Gora España”, “Ni sí ni no” y los emblemáticos “Urrusolo I & II”. La fiesta estuvo acompañada por la aparición de un gran muñeco de oso panda, y más tarde otro de la rana Gustavo, que fueron parte de los pogos y el ambiente festivo generado entre la banda y el público.

El cierre fue un despliegue enérgico con canciones como “Sanchista y Jujano”, “El 4k se llevó a mi chica”, “Eta deja alguna discoteca”, “Modo Dios”, “Modo Diosa” y, finalmente, “Oso Panda”. Un modelo de concierto imparable, con temas encadenados a ritmo frenético. Los Lendakaris Muertos demostraron ser provocadores natos, maestros del humor negro y auténticos genios en lo suyo.

Su actuación, más allá de cualquier interpretación política o polémica, fue una experiencia musical y escénica sobresaliente que sanó cuerpo y mente, dejando a los asistentes con ganas de volver a vivir su directo lo antes posible. 

Uno de los momentos más esperados de la noche fue la actuación de los legendarios Def Con Dos. Presentando su impresionante nuevo álbum de 2024, Cuarto Asalto, la banda madrileña ofreció un concierto memorable dentro de la gira Mutantes pal pueblo. Durante el show, destacaban una gran lona detrás de la batería y paneles laterales que hacían referencia a Acción Mutante, celebrando así el 30 aniversario de la icónica película que marcó un antes y un después en la cultura underground nacional.

Este homenaje también rememoró el influyente disco Armas pal pueblo, un álbum clave en la discografía de Def Con Dos. A pesar de los cambios en su formación a lo largo de los años, la banda ha sabido evolucionar, incorporando nuevos estilos sin perder su esencia reivindicativa y su característico tono irreverente, único en el panorama nacional.

El público, formado por seguidores de distintas generaciones, parecía calentarse para una noche llena de nostalgia y energía, transportándose a los años 90, cuando Def Con Dos irrumpía con fuerza en la escena con su mezcla explosiva de rap y metal. No faltaron los clásicos esperados que hacen vibrar a los fans desde sus inicios.

Un detalle destacable fue la diversidad del público: desde quienes descubrieron a la banda en los 90 hasta jóvenes que, nacidos en pleno siglo XXI, encuentran en sus letras un espacio de crítica social y resistencia. Def Con Dos no solo denuncia, sino que lo hace con ironía, sarcasmo y ese humor negro que invita a la reflexión, manteniéndose firmes más de 30 años después.

El concierto concluyó con una ovación que celebró no solo la música, sino también la actitud desafiante y genuina que sigue caracterizando a Def Con Dos.

 

El Pirata Fest de este año cerró con una actuación de altura gracias a uno de los grandes referentes del punk estatal: Manolo Kabezabolo. Aunque fue el último en subir al escenario, su concierto no decepcionó ni un instante. Con una trayectoria de más de cuarenta años, Manolo demostró por qué sigue siendo un pilar del punk auténtico, recorriendo su discografía con ese estilo único que solo él domina.

El público pudo disfrutar de clásicos de siempre, pero también de temas de su último trabajo, “Punkatarsis”, que mantiene viva la llama del punk más crudo y honesto. En un concierto de Kabezabolo no esperes grandes efectos visuales ni despliegues técnicos; aquí lo importante es la presencia, la energía y la conexión directa con la audiencia. Él, con su guitarra en mano, a veces acompañado de banda y otras en solitario, canta, rasga, grita y susurra, entregando una experiencia genuina y llena de emociones.

Sus conciertos son mucho más que música: son auténticas tempestades de vida, donde la ironía, la rabia, la crítica social y la honestidad se funden en cada canción. No hay espectáculo vacío, sino un encuentro cercano y humano. El público responde con igual intensidad, cantando, gritando y compartiendo cada momento.

Así, Manolo Kabezabolo se encargó de poner el cierre perfecto a un Pirata Fest que una vez más reunió a lo mejor del panorama nacional en Alcázar de San Juan. Solo queda agradecer a la organización por esta gran edición y esperar con ganas la próxima, que seguro nos traerá nuevas sorpresas.

Crónica y fotos: Misfits Salenek

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